Al día siguiente me levante temprano, muy temprano. De hecho, el hotel estaba en silencio, todas las familias estaban de vacaciones y ninguna se iba a levantar a las 7 de la mañana. Yo era la única en movimiento.
Desayuné en el hotel mirando las olas del mar chocando con las piedras de la playa y contemplando el amanecer desde la cristalera del comedor.
En la recepción del hotel, me dijeron que la guagua que sube al casco ( la 416) pasaba cada 40 minutos pero no sabía decirme a qué hora exacta pasaba. Ahí empecé a comprender que Tenerife no podía ser tan maravilloso, que sus cosas malas también tendría. Efectivamente, estuve esperando casi 40 minutos hasta que llegó y por fín pude llegar a la Casa de la Juventud.
El día fue tranquilo. Muchos de mis compañeros estaban de vacaciones y los que estaban trabajando pensaban más en coger ese mes de vacaciones que se acercaba. Quedaban 10 días para empezar el mes de agosto. Me dijeron que ocupara el puesto de una compañera, que utilizara su ordenador y su sitio. Tenía mucho que leer y qué aprender a cerca el Plan Joven ese famoso en el cual iba a empezar a trabajar.
Pase mucho tiempo hablando con el Concejal y el Coordinar. Debía enterarme bien de todas las cosas que se hacen en el municipio, de los proyectos que se llevan a cabo y de todos los servicios que se ofrecen. Acabé saturada de información.
Cuando dieron las dos, todo el mundo se fue a sus casa y yo decidí irme a buscar un sitio donde comer para luego bajarme al hotel en guagua. Encontré un bar donde ponen menús del día, y ahí me senté sola a comer. Empecé a notar que eso de estar tanto tiempo sola no era tan divertido. También he de reconocer que muchas personas me llamaron para saber cómo estaba y darme ánimos... Lo peor era que mi amorcito estaba de campamento y no tenía cobertura, así que no podía hablar con él.
Después de comer, me fui a dar una vuelta por el pueblo, en busca de piso. Aunque aquí tienen una bolsa de vivienda joven con distintos piso para alquilar yo quise ver más por si acaso. Estuve cogiendo teléfonos para llamar y quedar con los propietarios.
Cuando me cansé de dar vueltas y de andar (aquí todo son cuestas) me fuí al hotel a descansar y a esperar que llegara otro día más. Solo me quedaban 364 días para volver a Torrejón.